lunes, 21 de noviembre de 2011

Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte


Carta a una señorita en París.

El segundo de los relatos, cuenta a través de una carta del narrador a la dueña de la casa a la que se ha mudado, la evolución de una locura o psicosis del mismo tras llegar a ese nuevo "habitat". Comienza contando que al llegar empezó a vomitar conejitos pequeños con mayor frecuencia y que el depatamento no estaba preparado para ellos como su antiguo hogar en el que tenía incluso una planta de tréboles para que el recién nacido se alimentara y desenvolviera cómodamente hasta que fuera lo suficientemente grande para "pasar a la casa de la vecina".
Hay un fragmento que me llama mucho la atención de cuando esta por nacer un conejito, el mismo cito: "Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco". Me asombra la naturalidad con que cuenta y describe las sensaciones y el procedimiento, como si fuera tan logico y común como lavarse los dientes o peinarse el cabello.
En este caso, la locura de nuestro narrador evoluciona a cada minuto dentro de esa carcel de admiradas estructuras que significa la  casa de Andreè. Por ello, hace incapié en como lo atormenta la idea de volver a casa, dar vuelta las cerraduras y encontrarse con eso que rechaza. El espacio abierto representa tranquilidad y ser ajeno a a realidad de la casa, es la salvación, la escapatoria, la liberación... Lo que queda en claro al final del relato donde cuenta como tiene pensado su final y el de los conejillos sobre el asfalto a horas tempranas.
Demuestra en varios fragmentos su incomodidad ante lo que lo rodea, es decir, lo ajeno que se siente al tocar objetos que no le pertencen, al intentar leer libros y usar una caja musical de una mujer a miles de kilometros o "Cuán culpable tomar una tacita de metal y ponerla al otro extremo de la mesa, ponerla allí simplemente porque uno ha traído sus diccionarios ingleses y es de este lado, al alcance de la mano, donde habrán de estar. ". Él no puede corromper la propiedad de ella. Los conejos sí. Ellos representan esa desenvoltura que el no tiene, son desprejuiciados y libres, actúan sin ninguna norma que los condicione y eso nuestro narrador no podrá hacerlo nunca, por eso se desespera.
Entiendo al final junto con los conejos como una liberación de poder hacer lo mismo que ellos, algo que no esta socialmente aceptado, luego de confesar todas sus desconformidades, errores y extrañesas. Experimenta una liberación en el "afuera", gosozo, pleno y vacío, renovado y renacido cual conejito de su garganta.


Adjunto una adaptación del relato para todos aquellos que lo desconocen.
@MadeInGiu Web Developer

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